ENCUENTRO DEL PAPA CON LOS CONSAGRADOS EN CESENA
Francisco: "Os animo a seguir a Cristo para llevar su alegría y su perdón"
“Los animo a encontrar, escuchar y caminar con los más necesitados, para que puedan encontrar a Cristo y su liberador mensaje de amor”, palabras de aliento del Papa Francisco durante el Encuentro con el clero, los consagrados, los laicos de los consejos pastorales, los miembros de la Curia y los representantes de las parroquias de la diócesis de Cesena-Sarsina, el primer domingo de octubre, en el marco de su Visita Pastoral a esta ciudad con motivo del Tercer Centenario del nacimiento del Papa Pío VI.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Durante el Encuentro en la Catedral de Cesena, el Santo Padre recordó a los consagrados que la principal misión de un discípulo de Cristo es anunciar y testimoniar con alegría el Evangelio. “La evangelización – afirmó el Papa – es más eficaz cuando es actuada con unidad de intención y con una colaboración sincera entre las diferentes realidades eclesiales y entre los diversos sujetos pastorales, que encuentran en el Obispo un seguro punto de referencia y de cohesión”.
“Corresponsabilidad es una palabra clave – subrayó el Santo Padre – sea para llevar adelante el trabajo común en los campos de la catequesis, de la educación católica, de la promoción humana y de la caridad; sea en la búsqueda valerosa, ante los desafíos pastorales y sociales, de nuevas formas de cooperación y presencia eclesial en el territorio”. Es ya un eficaz testimonio de fe, dijo el Pontífice, el hecho mismo de ver una Iglesia que se esfuerza por caminar en la fraternidad y en la unidad. Cuando el amor de Cristo es colocado incluso sobre legitimas exigencias particulares, agregó, entonces se hacen capaces de salir de sí mismos, de descentrase a nivel personal y de grupo, y siempre en Cristo ir al encuentro de los hermanos.
“Las llagas de Jesús – precisó el Pontífice – permanecen visibles en tantos hombres y mujeres que viven en los márgenes de la sociedad: marcados por el sufrimiento, las dificultades, el abandono y la pobreza. Personas heridas por la duras pruebas de la vida, que son humilladas, que se encuentran en la cárcel o en los hospitales”. Acercándonos y curando con ternura estas llagas, señaló el Papa, muchas veces no solo corporales sino también espirituales, somos purificados y transformados por la misericordia de Dios.
Recordando el ejemplo de servicio a los más necesitados realizado por San Vincenzo de Paoli, el Papa Francisco resaltó el primer deber de la diaconía de la caridad en favor de los pobres, es decir, una verdadera revolución de la caridad. Para realizar esto, dijo el Pontífice, es necesario reservar un adecuado espacio a la oración y la meditación de la Palabra de Dios. “La oración es la fuerza de nuestra misión. El encuentro constante con el Señor en la oración se hace indispensable sea para los sacerdotes y para las personas consagradas, sea para los operadores pastorales, llamados a salir del proprio huerto e ir hacia las periferias existenciales”.
Son sobre todo los jóvenes, puntualizó el Papa Francisco, los que necesitan experimentar el amor de Jesús y la Iglesia cuenta mucho con ellos y es consciente de sus grandes recursos, de su inclinación al bien, a la libertad auténtica y a la justicia. “Ellos, necesitan ser ayudados a descubrir los dones que el Señor les ha donado, animados a no temer ante los grandes desafíos del momento presente. Por esto, los animo a animarlos, a escucharlos, a caminar con ellos, para que puedan encontrar a Cristo y su liberador mensaje de amor”. Una Iglesia atenta a los jóvenes es una Iglesia familia de familias, dijo el Papa; por ello, los animo en su trabajo con las familias durante este año pastoral en el que están reflexionando sobre la educación a la afectividad y al amor.
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco alentó a los sacerdotes a llevar adelante el ministerio del encuentro con Cristo. Esto presupone, dijo el Pontífice, su encuentro cotidiano con Cristo, su ser y estar con Él. “Les deseo que descubran continuamente, en las diversas etapas del camino personal y ministerial, la alegría de ser sacerdotes, de estar llamados por el Señor a seguirlo para llevar su palabra, su perdón, su amor, su gracia. Es una llamada que nunca termina de sorprendernos”.