MENSAJE DEL PAPA AL MEETING DE RÍMINI 2017
Francisco invita a los participantes del Meeting a agudizar en los signos de la necesidad de Dios
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La carta del cardenal Pietro Parolin, secretario del Estado vaticano, dirigida al obispo de Rímini, monseñor Francesco Lambiasi, con motivo de la XXXVIII edición del evento riminés
Excelencia Reverendísima:
En nombre de Su Santidad el Papa Francisco y del mío propio, me alegra hacerle llegar a usted, a los organizadores y a todos los participantes un saludo cordial con motivo del XXXVIII Meeting por la Amistad entre los Pueblos.
Los lemas del Meeting cada año invitan a reflexionar sobre aspectos existenciales que el ritmo apremiante de la vida cotidiana obliga muy a menudo a poner entre paréntesis. Parece que ya nada tenga importancia, dejándonos llevar por el ansia de pasar página a toda prisa. De este modo la vida se fragmenta corriendo el riesgo de volverse árida. Por esta razón, es precioso de vez en cuando pararse a considerar los grandes interrogantes que definen nuestro ser humano y que son imposibles de dejar de lado del todo.
Desde este punto de vista se puede interpretar también el lema del Meeting 2017: «Lo que heredaste de tus padres, vuelve a ganártelo para que sea tuyo» (Goethe, Fausto). Es una invitación a volver a apropiarse de nuestros orígenes desde dentro de una historia personal. Durante demasiado tiempo se ha pensado que la herencia de nuestros padres hubiera permanecido con nosotros como un tesoro que bastaba custodiar para mantener encendida la llama. No ha sido así: ese fuego que ardía en el pecho de quienes nos han precedido se ha ido debilitando poco a poco.
Uno de los límites de la sociedad actual es tener poca memoria, eliminar como una carga inútil y pesada aquello que nos ha precedido. Sin embargo, esto tiene consecuencias graves. Pensemos en la educación. ¿Cómo esperamos educar las nuevas generaciones sin memoria? ¿Cómo pensamos edificar el futuro sin tomar una posición respecto a la historia que ha generado nuestro presente? Como cristianos no alimentamos ningún apego nostálgico a un pasado que ya no existe. Miramos con fe hacia adelante.
No tenemos parcelas que defender porque el amor de Cristo no conoce fronteras que no se puedan superar. Vivimos en una época favorable para una iglesia en salida, pero una Iglesia rica en memoria e impulsada por el viento del Espíritu para ir al encuentro del hombre que busca una razón para vivir. Las huellas de la presencia de Dios son innumerables a lo largo de la historia del mundo; de hecho todo, empezando por la creación, nos habla de Él. Dios real y vivo ha querido compartir nuestra historia: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Dios no es un recuerdo, sino una presencia, que acoger nuevamente cada vez, como el amado por la persona que ama.
Hay una enfermedad que puede afectar a los bautizados y que el Santo Padre llama “alzheimer espiritual”. Consiste en olvidarse de la historia personal de nuestra relación con Dios, aquel primer Amor que nos ha conquistado hasta hacernos suyos. Si perdemos la memoria de nuestro encuentro con el Señor, no podemos estar seguros de nada; nos asalta el miedo que bloquea cada uno de nuestros movimientos. Si nos alejamos del refugio seguro del vínculo con el Padre, quedamos a merced de los caprichos y antojos, esclavos de los “falsos infinitos”, que prometen la luna pero nos decepcionan y nos dejan tristes, en una búsqueda espasmódica de algo que llene el vacío de nuestro corazón. ¿Cómo evitar este “alzheimer espiritual”? Solo hay un camino: reactualizar el encuentro inicial, el “primer Amor”, que no es un discurso o un pensamiento abstracto, sino una Persona. La memoria agradecida por este inicio garantiza el impulso necesario para afrontar los desafíos nuevos cada vez que exigen respuestas igualmente nuevas, permaneciendo siempre abiertos a las sorpresas del Espíritu que sopla donde quiere.
¿Cómo llega hasta nosotros la gran tradición de la fe? ¿Cómo el amor de Jesús nos alcanza hoy? A través la vida de la Iglesia, a través de una multitud de testimonios que, desde hace dos mil años, renuevan el anuncio del acontecimiento del Dios-con-nosotros y nos permiten revivir la experiencia inicial, como fue para los primeros que lo encontraron. También para nosotros «Galilea es el lugar de la primera llamada, ¡donde todo comenzó!», y por esto es preciso «volver allí, a aquel punto incandescente en el cual la Gracia de Dios me ha tocado al inicio del camino. […] Cuando Jesús se cruzó en mi camino, me miró con misericordia, me pidió que lo siguiese; […] recuperar la memoria de aquel momento en el cual sus ojos se cruzaron con los míos» (Francisco, Homilía de la Vigilia Pascual, 19 de abril de 2014).
Esa mirada siempre nos precede, como nos recuerda San Agustín, hablando de Zaqueo: «Fue mirado y entonces vio» (Discurso 174, 4.4). No tenemos que olvidarnos nunca de este inicio. Esto es lo que hemos heredado, el tesoro precioso que tenemos que redescubrir cada día, si queremos que sea nuestro. Don Giussani ha dejado una imagen eficaz de este trabajo que no podemos abandonar: «Porque, por naturaleza, quienes aman al niño meten en su mochila, sobre sus hombros, todo lo bueno que ha vivido en la vida […]. Pero, llegado a cierto punto, la naturaleza da al niño, al que había sido niño, el instinto de tomar la mochila y ponérsela delante de los ojos. […] ¡Tiene pues que convertirse en problema lo que nos han dicho! Si no se convierte en problema, lo que esa mochila contiene no madurará nunca […]. Una vez puesta delante de los ojos la mochila, […] el joven mira lo que hay dentro y con esta crítica compara lo que ve, es decir, lo que le ha puesto sobre los hombros la tradición, con los deseos de su corazón: […] es exigencia de verdad, de belleza, de bondad. Al hacer esto adquiere su fisonomía humana» (Educar es un riesgo, Madrid 2012, pp. 17-18).
“Volver a ganarse la herencia de cada uno” es un trabajo al cual la Madre Iglesia llama a cada generación; y el Santo Padre nos invita a no dejarnos asustar por las fatigas y el sufrimiento que forman parte del camino. No se nos concede mirar la realidad desde el balcón, ni podemos quedarnos cómodamente sentados en el sofá a mirar lo que sucede en el mundo delante de la televisión. Solo volviendo a conquistar la verdad, la belleza y la bondad que nuestros padres nos han entregado, podremos vivir como una oportunidad el cambio de época en el cual estamos inmersos, como ocasión para comunicar de forma convincente a los hombres la alegría del Evangelio.
Por ello el Papa Francisco invita a los organizadores y voluntarios del Meeting a aguzar la vista para vislumbrar los muchos signos –más o menos explícitos– de la necesidad de Dios como sentido último de la existencia, para poder ofrecer a las personas una respuesta viva a las grandes preguntas del corazón humano. Que este año también los visitantes puedan ver en vosotros testimonios fieles de la esperanza que no decepciona. Habladles con los actos, con las exposiciones, con los espectáculos, pero sobre todo con vuestra propia vida.
Mientras pide que recen por su ministerio, el Papa Francisco envía de corazón a Su Excelencia y a toda la comunidad del Meeting la deseada bendición apostólica.
Añado mis buenos deseos personales y, en espera de intervenir en el acto de clausura del Meeting, de buen grado me confirmo afectísimo en el Señor.
Su Emcia. Revma
Dev.mo en el Señor
Pietro Card. Parolin