Adviento, “goleada” con María
Comentarios a la Inmaculada Concepción y tercer Domingo de Adviento
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El tercer Domingo de Adviento es una invitación a la alegría. Estamos cerca de Jesús, tengamos esperanza. Será una gran fiesta, más grande que la que se darán los campeones de la Copa Mundial de Fútbol en Qatar. Eso sí, será fruto de un querer hacer camino en equipo, como Iglesia sinodal. La “goleada” será frente a todo lo que aleja nuestro corazón de los descartados del Reino. ¡Celebrémoslo junto a María, la Virgen Inmaculada que nos precede en el camino del Adviento!
Lc 1, 26-38: La Inmaculada nos lleva a ordenar nuestro corazón
Con el frío del cercano invierno, el Señor nos regala un día para caldear nuestra fe, contemplando el sublime misterio de María que, desde su concepción, está totalmente integrada en la amistad más sublime, la amistad con Dios, que irá desplegando fielmente, con valentía y generosidad a lo largo de su vida. María Inmaculada es icono del misterio de Dios, reflejo de lo que la amorosa Trinidad realiza en alguien que se deja moldear totalmente por su artesanal hacer. Y ahora nos toca a nosotros aprender de la que es modelo de fe en el amor y maestra, la que nos precede en este camino del Adviento, del encuentro con Dios. Vivamos la eucaristía como acción de gracias por María, felicitemos o recordemos a nuestras madres y tengamos un rato para poner el belén. María Inmaculada nos brinda la oportunidad de cuidar nuestro hogar.
Me gusta mucho la reflexión que me brindaba en una entrevista en Cruzando Fronteras, el conocido franciscano y cocinero fray Ángel Serrano, que expresaba que a él le sorprendió la limpieza, la pureza de corazón de María. Decía: “La Inmaculada nos debe llevar a todos a poner limpieza y orden en nuestro corazón”.
Mt 11,2-11: Juan Bautista, figura martirial
Juan el Bautista no es un teórico. Habla elocuentemente con su vida. Y lo que es más hermoso todavía: ¡qué cosas tan bonitas dice Jesús de él! “Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”. ¿Qué diría Jesús de nosotros hoy?
¿Somos como Juan, capaces de aguantar los momentos difíciles? Él estaba en la cárcel y lo que le interesa es el Mesías. Y a nosotros, ¿qué nos interesa? Juan anuncia al Mesías. Juan el Bautista, tan ligado al Adviento, es una figura martirial. De Juan podemos aprender siempre. El último e incómodo profeta del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo es una persona integrada, descentrada y lúcida. Juan sabe quién es, asume su misión, no busca ningún protagonismo. Acepta lo que Dios quiere de Él de una manera equilibrada. No hay interferencias entre lo que Dios quiere y lo que Juan hace. A veces nos toca asumir determinada misión y nos rebelamos, porque esta no coincide con lo que nosotros deseábamos internamente. Quizá porque busquemos algo en donde queramos destacar más o sentirnos más en el centro. Juan dispone el terreno, no pretende lucirse como ingeniero de caminos, simplemente quiere ser un peón eficaz que prepara el camino al Mesías. Ahí reside la grandeza del precursor sellada con el derramamiento de la propia sangre.
En el dibujo de este Domingo, Patxi Velasco Fano se ha fijado en una dimensión interesante de Juan: nos lo pone trabajando en un camino, en un puente que nos una al Niño que viene. Juan construye junto a otros, en equipo. Acoge la señal del Mesías que hará dichosos a los descartados, desechados, despreciados y desvalidos. Juan espera también a Jesús y sabe que su venida hará dichosos a los desdichados y despreciados. Esta es la señal. Pongamos nuestra vida en obras, vayamos al desierto para encontrar el camino. ¡Convirtámonos!