SANTORAL 14 NOV

José Pignatelli: el santo maño que luchó para que "Jesús" no se quedase sin "Compañía"

José Pignatelli es zaragozano, "italiano" y santo. La prueba es que siguió al carisma de San Ignacio y veló por él en sus peores momentos. 

José tuvo que luchar por el carisma con el que él se había encontrado con Cristo

Redacción digital

Madrid - Publicado el

2 min lectura

Muchos Santos han tenido que asistir a la desaparición total o parcial de lo más preciado para ellos, como es su vivencia y su carisma. Es lo que le pasó a San José Pignatelli, a quien conmemoramos hoy. Él tuvo que asumir la disolución de la Compañía de Jesús. Su nacimiento es en el seno de una familia numerosa, también de corte noble y en la ciudad del Pilar, allá por el año 1737.

Las circunstancias de la vida le llevan hasta Italia, concretamente en Nápoles, donde su hermana Francisca debe hacerse cargo de él, ya que la madre murió cuando José tenía tan solo cuatro años. Vuelto a España se forma en los mejores lugares que serán la propia Zaragoza, Calatayud, Manresa y Tarragona. Todos tienen un denominador común: son lugares de formación de la Compañía de Jesús.

No sabe cómo, pero ya le llamaba mucho la atención esta espiritualidad a José Pignatelli. Tanto, que quería formarse en los colegios fruto del carisma de Ignacio de Loyola. También había que poner en práctica como pedía el Santo de Loyola lo aprendido. Para eso, José visitaba enfermos hasta que se marcha a Italia porque Carlos III expulsa de España a los jesuitas.

La situación le ponía en bandeja volver a su segunda tierra donde había pasado su infancia. Córcega o Génova, dan fe del carácter sobrenatural de José. Por donde pasa transmite que cree en el Dios de la vida, el Dios que se preocupa por todos y a través de él quiere mostrar su caridad. Pero viene una nueva prueba. En este caso, es la disolución de la Compañía de Jesús. Una vez abolida y confiscados los bienes, quedando jesuitas sólo en Prusia y Rusia, el Santo propugna su restauración. Para ello, forma a los nuevos candidatos y reorganiza a los ya existentes. Así ve la mano de la Providencia que a toda su obra le conduce por un período de conversión para un mayor fortalecimiento de la Fe. En medio de este impulso y su trabajo infatigable, entrega su alma a Dios el 15 de noviembre de 1811.

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