San Carlos Borromeo, el 'padre de los pobres' que fue santo gracias a la humildad

Recordaba un 1 de noviembre el Papa Benedicto XVI, que al ver un vivero de plantas, descubrió que esa misma variedad, es la que tienen los Santos que con el denominador común de la Fe llegan a la Santidad por caminos diversos.

Precisamente hoy San Carlos Borromeo, el Santo que conmemoramos, no es un hombre de estudios pero toma la vida con humildad porque todo lo que sabe o tiene es debido a Dios y debe ponerlo a disposición del prójimo.

Carlos Borromeo nace en Arona (Italia) en 1538. Siempre buscó una vivencia profunda de la Fe, desde las palabras de Cristo en el Evangelio: “El que encuentre su vida la perderá, pero el que la pierda por Mí, la encontrará”. Es como una de esas frases del Señor, que se te quedan marcadas para orar con ellas.

El hermano de Carlos Borromeo muere accidentalmente de forma repentina y entonces él se refugia más en estas palabras. Su trayectoria deja el itinerario del mundo y toma la senda de la vocación consagrada.

Tras el tiempo de preparación se ordena sacerdote y, posteriormente será obispo. Precisamente le encomiendan la sede de Milán como le sucedería en el tiempo a San Pablo VI. Su tío el Papa Pío IV le hace cardenal dadas su dotes de asesor en el gobierno de la Iglesia.

En su faceta de pastor, destaca por el esmero y cuidado hacia sus fieles, entregándose totalmente a su servicio. Con razón le llamaban “el padre de los pobres”. Aquí tiene presente otra frase del Evangelio que recuerda “cada vez que lo hicisteis con uno de estos los humildes conmigo lo hicistéis”.

Consciente de que el Concilio de Trento marcaba un punto de revitalización de la Iglesia Católica tras el protestantismo, él pone en marcha las conclusiones que se determinaron para bien de la Iglesia. Carlos Borromeo muere en 1584 con una vida repleta de obras de misericordia y con amistad con Santos de la talla de San Pío V, San Felipe Neri o San Francisco de Borja. Es patrón de las finanzas y el mundo de la economía.