San Juan de la Cruz: el "medio fraile" que llegó a ser santo entero

En este Tiempo de Adviento en el que nos encontramos, bien podríamos declamar con el evangelista San Mateo aquello de “Que llega el Esposo. Salid a recibirlo”. Y esto se puede unir a Cristo el Esposo tal y como lo denominan los místicos y, por lo tanto, a San Juan de la Cruz, a quien conmemoramos en esta jornada.

Nace en Fontiveros, en Ávila, en el año 1542. Sus padres se ganan la vida en el comercio de paños. Realmente, les hará falta esta ayuda cuando muere el padre, que deja en herencia el negocio familiar. La madre podría así seguir viviendo de esto para no quedarse en la más absoluta miseria.

Juan repara en la Orden carmelitana y, desde ese momento, se sentirá atraído por ella. Esta espiritualidad se fraguó en los tiempos antiquísimos del Antiguo Testamento, cuando el criado de Elías divisó esa nubecilla que subía del mar a los cielos, prefigurando así a la Virgen del Carmen. Juan se marchó a estudiar a Salamanca. La carrera se la costearon, porque, sin esa ayuda, no hubiese podido seguir el camino trazado.

En ese momento, conoce a la figura más carismática de la reforma del Monte Carmelo. Era una mujer de la que todo el mundo hablaba. Era Santa Teresa de Jesús. Ese trato llevaría a que la Santa andariega convenciese a San Juan para que le echase una mano en la revitalización carmelitana. 

El “medio fraile”, como le llamaba la Santa Abulense por su corta estatura, llegó a ser confesor de la Encarnación, teniendo gran confianza en él Santa Teresa. Pronto vendrá el dolor y el sufrimiento con la retención por la fuerza de los carmelitas calzados, de los que logrará huir, en Toledo. Varios son los Conventos en los que estuvo, con momentos de acogida y épocas de Cruz. La enfermedad se va apoderando de él, hasta que muera en 1591. Entre los grandes escritos místicos se encuentran Subida al Monte Carmelo, Noche oscura del alma y Cántico Espiritual.