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En todo este Tiempo de Pascua resuena en nuestras vidas que la Misericordia de Dios llena la tierra. Más especialmente, si cabe, en estos días se medita. Ese Amor Divino se ha acercado hasta el Buen Ladrón y otras personas que dejaron su vida para seguir al Señor. Hoy celebramos a Santa Casilda, tocada por la Misericordía del Cielo. Su vida transcurre entre los siglos X y XI, aunque no se menciona una fecha exacta de su nacimiento.
Su padre era Aldemón, rey de Toledo. Su crueldad contra los critianos le llevaba a hacer grandes masacres y persecuciones sangrientas. Mientras esto sucedía su hija iba sintiendo lástima por aquellas personas que servían a Cristo y eran encarceladas con total sadismo. Inspirada por su bondad y ternuira, empezó a visitar como una obra de misericordia a cuantos sufrían por Jesús. Por eso se acercaba a las mazmorras para socorrer a estos desgraciados.
Nada cae en saco roto porque un grupo de personas persuaden al monarca de lo que hace su hija. Él quiere asegurarse y la espía. Un día la espera porque se ha confirmado sus sospecha y lo que le habían contado. Sin embargo Casilda le enseña el delantal y se encuentra con unas rosas. El padre le autoriza sin saber el fondo del tema. Cuando llega a los calabozos las flores vuelven a convertirse en comida. En su aspiración al Bautismo, tiene una enfermedad que le marca.
Cuando se pone en manos del Señor, Dios le dice en sueños que debe ir a Burgos al Lago de San Vicente a bañarse. Así se curaría y así sucedió. En gratitud pidió cosntruir allí cerca un oratorio. Tras bautizarse, en la pequeña habitación que levantó al lado se quedó como ermitaña. Santa Casilda muere en el año 1007. Su fama se extiende por la zona norte de Burgos y el resto de España. Se le atribuyen muchos milagros por su intercesión. El día 9 de abril se trasladaron sus reliquias a Burgos.