Cañada del Hoyo y las misteriosas lagunas encantadas que cambian de color
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Hace unos 100 millones de años, las rocas calizas que protegían enormes cuevas subterráneas bajo las que discurrían grandes masas de agua dulce, se hundieron conformando depresiones de altas y escarpadas paredes. Son depresiones kársticas, convertidas en perfectos cráteres. Algunas sólo se llenaban de agua dulce con la llegada de las lluvias y otras, las más profundas, permanecían misteriosamente llenas de agua incluso en época de devastadoras sequías. Para nuestros antepasados, aquellas lagunas eran fuente de magia, misterio e inspiración de leyendas. Pensaban que bajo aquellas aguas insondables vivían seres monstruosos que custodiaban la entrada a un mundo secreto y paralelo. Tuvieron que transcurrir muchos, muchísimos años, para que los expertos nos enseñaran que el motivo por el cual están siempre llenas de agua no es otro que su profundidad, porque llegan hasta el corazón mismo de las corrientes subterráneas que las alimentan como si se tratara de un manantial perpetuo.
Los antiguos griegos, sin embargo, pensaban que en las lagunas habitaban las náyades, bellísimas ninfas con fama de malvadas porque atraían a los hombres con su belleza y sus cantos, para luego hacerlos desaparecer en las profundidades. En Roma, era tal la fascinación por las aguas subterráneas que, entre otras cosas, dan lugar a lagunas de agua perpetua, que el emperador Galba ordenó buscar manantiales en el subsuelo de Clunia, donde él fue nombrado sucesor de Nerón, convencido de que eran fuente de salud.
Hoy, aunque los expertos han desvelado ya parte de los secretos físicos que las producen, las lagunas kársticas nos siguen asombrando, como ocurre con las de Cañada del Hoyo, catalogadas como Monumento Natural, en plena serranía de Cuenca, donde siete de ellas de singular belleza y misteriosos cambios de color, explican la fascinación sostenida a través de los siglos.
De entre todas ellas, la más legendaria y misteriosa es la Laguna de la Cruz o de la Gitana, con sus 132 metros de diámetro y 25 de profundidad y que, durante una semana cada año, cambia su brillante color azul por otro opaco y lechoso.
Cuenta la leyenda que hace muchos años, dos jóvenes de la zona se enamoraron, pero sus familias, enemistadas desde muchas generaciones antes, no consentían la relación, así que, para evitar un enfrentamiento mortal, la del chico resolvió abandonar el pueblo. Enterada la chica, decidió seguirlos, pero viendo que él no se detenía a esperarla, se sentó al borde de la laguna en la que, finalmente, terminó cayendo y muriendo ahogada. Dicen que, en aquel momento, las aguas azules de la Laguna de la Cruz se volvieron blancas y desde entonces, cada año, coincidiendo con la muerte de la joven a finales de julio y durante una semana, las aguas pierden su color y se vuelven lechosas en la que los vecinos renombraron como Laguna de la Gitana.
Los expertos tienen una explicación más prosaica. Dicen que esa es una de las dos únicas lagunas meromícticas que hay catalogadas en España. En ese tipo de lagunas, las aguas profundas son tan densas que no se mezclan con las de la superficie, pero durante un periodo muy breve de tiempo, a causa de las altas temperaturas, los microorganismos que la habitan se remueven y se produce la mezcla, dando como resultado ese extraño color blanco.
Las otras seis lagunas, la del Tejo, la de la Llana, la Cardenillas, la de la Parra y los lagunillos del Tejo y de las Tortugas, con profundidades de entre 9 y 32 metros, presentan una gama de colores casi imposibles, desde el rosa a todos los tonos de verde y azul e incluso el negro.
No lejos de ese paraje tan singular, fruto de la fuerza de los elementos durante millones de años, en la parte más alta de Cañada del Hoyo, el Castillo del Buen Suceso, hoy muy restaurado y convertido en residencia privada, nos habla de fronteras de arena, guerras entre musulmanes y cristianos e incluso intrigas dinásticas. Y, perdida entre bosques de pinos y sabinas, la milagrosa Virgen de los Ángeles.
Según la tradición popular, cuando las tropas cristianas reconquistaron la zona de Cuenca, un pastorcillo se sorprendió al ver como una de sus cabras escarbaba y se tumbaba siempre en el mismo lugar. Uno de los días, tras una gran tormenta, el suelo cedió y, donde la cabra llevaba tiempo escarbando, apareció una cueva y dentro una imagen de la Virgen “reluciente como el sol y rodeada de ángeles”, según dijo el pastor. Ahora, allí, en su ermita llena de exvotos en agradecimiento por milagros y favores recibidos, Nuestra Señora de los Ángeles, habita desde Septiembre hasta el Domingo de Pentecostés, fecha en la que los cañuteros la llevan en procesión hasta el pueblo donde se queda hasta septiembre, fecha en la que regresa a su ermita.