Repaso al 2018: cómo una sentencia y Vox lo cambiaron todo

Entre lo más destacable, está el vuelco histórico en Andalucía tras sumar PP, Cs y Vox mayoría absoluta

Repaso al 2018: cómo una sentencia y Vox lo cambiaron todo

María Dabán

Publicado el - Actualizado

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Nadie puede negar que, políticamente, 2018 ha sido un año de locos. Y es que, cuando Mariano Rajoy consiguió sacar adelante sus presupuestos el 23 de mayo, todo el mundo dio por hecho que el presidente del Gobierno se había garantizado su supervivencia hasta el final de su actual mandato, previsto para mediados del 2020. Pero la sentencia sobre el caso Gürtel, días después, tuvo dos consecuencias inmediatas: una, que Ciudadanos diera por liquidada la legislatura; dos, que Pedro Sánchez se animara a presentar una moción de censura que aglutinó a todo el voto anti PP, incluido el hipotético socio presupuestario del Gobierno, el PNV, que acabó por inclinar la balanza del lado de los socialistas.

A partir de ese momento, los populares vivieron sus meses más complicados. Las primarias partieron al partido en dos y propiciaron que la latente enemistad entre Soraya Sáenz de Santamaría María Dolores de Cospedal, fuera ya abiertamente hostil, y beneficiara, en última instancia, al tercero en discordia, a Pablo Casado, que acabó haciéndose con el liderazgo del partido.

El presidente del PP ha ido configurando sus propios equipos, intentando, aunque no siempre consiguiéndolo, cerrar heridas, (prueba de ello es la marcha de la ex-vicepresidenta del Gobierno), y dejando claro que la línea en el partido la marca él... y esa línea pasa por no permitir ninguna sombra de sospecha sobre las personas que conforman sus equipos. En el camino se ha quedado, por ello, la persona que le ayudó a ganar las primarias, María Dolores de Cospedal, que decía adiós a la política después de conocerse los audios que el comisario Villarejo les había grabado a ella, y a su marido, Ignacio López del Hierro.

La primera prueba de fuego de Casado pasaba por Andalucía. El presidente del partido se volcaba en las elecciones autonómicas, permanecía allí doce de los quince días de campaña, aunque en la calle Génova el optimismo brillaba por su ausencia, y todos daban por hecho que Juan Manuel Moreno dimitiría la misma noche electoral. Y eso que sus trackings diarios, insistían en que estaban a dos escaños de sumar para desbancar a Susana Díaz. Y lo que parecía imposible, sucedió. Nada más cerrarse los colegios, en la sede del PP, comenzaron a creer en el milagro, porque sus interventores en las distintas mesas les apuntaban que la desmovilización del voto en los feudos del PSOE era enorme. Y al final, como apuntaba un dirigente popular, “se ganó perdiendo” y, previsiblemente a mediados de enero, quedará constatado el cambió en esa región después de 36 años de gobiernos socialistas, con la llegada al Palacio de San Telmo, de Juan Manuel Moreno,

Pero los comicios andaluces han tenido otra consecuencia no menos importante: la irrupción de Vox en el panorama político. La formación de Santiago Abascal conseguía cuatrocientos mil votos y doce escaños, y conseguía ser determinante para ese cambio político, dejando claro, además, que el partido ha llegado para quedarse, y que España, ya no será, junto con Portugal, la excepción en Europa, que aquí también existe la ultraderecha. El principal perjudicado, es el PP, que ve cómo pierde numerosos apoyos por su facción más conservadora, pero, no hay que olvidar, advierten los populares, que el de Vox también es un voto transversal, y es que el PSOE; Ciudadanos, e incluso Podemos, han perdido votos por su culpa.

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El Gobierno se ha apresurado a incluir a la formación de Abascal en el bloque de derechas, y esto podría servir para movilizar a un nada convencido votante de izquierdas. Paradójicamente, pues, a los socialistas les vendría bien esa fragmentación de voto en el espectro de la derecha, y podría llevar a Sánchez a repetir en la Moncloa, aunque la caída de Podemos que reflejan las encuestas, entorpecería también sus posibilidades. Y por eso la incógnita sigue sin despejarse: no sabemos cuándo habrá elecciones generales, aunque Sánchez apuntaba el pasado día 28 que “la vocación del Gobierno es finalizar la legislatura”. Lo que sí sabemos es que las autonómicas, municipales y europeas serán el 26 de mayo, y en muchos barones del PSOE, causa pánico la política de apaciguamiento que Sánchez está llevando a cabo en Cataluña, porque, como se ha demostrado en Andalucía, a la gente sí le importa este tema.

Pablo Casado es muy pesimista sobre el fin de la legislatura, porque en estos meses Sánchez puede hacer mucho daño, apunta, y cederá lo que haga falta ante los independentistas con tal de seguir en el poder. Y no se da cuenta, repite, una y otra vez el líder popular, “que no se puede cabalgar sobre un tigre, y que ni siquiera va a poder domesticarlo”.

Los esfuerzos pues, del líder popular, se van a centrar en exportar ese pacto andaluz a nivel nacional, en las autonómicas, municipales y generales. Es lo que el líder del PP llama, el bloque constitucional, aunque en la calle Génova admiten que no está nada claro que Rivera quiera pactos globales con ellos, para no ser encasillado como muleta de la derecha. Por ello buscará también, sospechan, acuerdos con el PSOE. El temor es que al final el líder de la formación naranja prefiera a Sánchez que a Casado.

El presidente popular se centrará en este primer mes en preparar la Convención Nacional que deberá servir para rearmar ideológicamente al partido. Con ello confían recuperar a ese votante que pretende irse a Vox, y a los enfadados con los casos de corrupción que han afectado al PP. Y aquí será clave su política de tolerancia cero. Pero eso, será otra historia, la historia del año que acabamos de estrenar, y que promete ser, al menos, tan movidito como éste.

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