Un discurso histórico para un liderazgo renovado

El Rey Felipe VI ha asumido un liderazgo que trasciende nuestras fronteras. Al igual que su discurso del 3 de octubre de 2017 o el modélico apoyo brindado a los afectados por la DANA en Valencia, las palabras que el Monarca dirigió ayer en Roma a los diputados y senadores italianos pasarán a formar parte de nuestra memoria política. En una coyuntura de extraordinaria sensibilidad en el ámbito internacional, el Rey pronunció un discurso ambicioso en el que destacó el importante papel que tendrán que desempeñar los países del sur de Europa. La fraternidad natural entre los dos pueblos, el español y el italiano, además de que su padre, el rey emérito, naciera en Roma, sirvió como marco afectivo para unas palabras que, sin duda, serán recordadas durante mucho tiempo.

Felipe VI subrayó la fragilidad de la paz justa y duradera y abordó las tensiones evidentes de nuestra época, destacando la importancia de la diplomacia y del derecho. En un tiempo en el que las democracias ven debilitadas sus garantías liberales, el Rey enfatizó la necesidad de evitar que se repitan los capítulos más oscuros de nuestra historia, ni siquiera como caricatura. Mientras mengua el crédito y el prestigio de nuestra clase política, Don Felipe está sabiendo legitimar, a través del desempeño ejemplar de sus funciones, su alta encomienda y responsabilidad. Es seguro que la Princesa de Asturias encontrará en su padre un modelo de cómo representar una institución tan esencial para nuestra convivencia democrática como lo es la monarquía parlamentaria.