¿Estamos perdiendo facultades por la tecnología?

Cedemos competencias pero amplificamos capacidades

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Los riesgo para nuestro cerebro del uso de la tecnología

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

. Con los navegadores con

dijimos adiós a los mapas y el siguiente salto con la generalización de la

es aún mayor con máquinas capaces de procesar la información mucho más rápido que nosotros. Ante todo esto es lícito que nos preguntemos:

Y la respuesta va a depender del uso que hagamos de la tecnología. En general y, según los expertos consultados por COPE, a cambio de ceder algunas competencias, amplificaremos muchas de nuestras capacidades.

Si con Internet y las redes sociales son las gratificaciones tipo “me gusta” las que nos han enganchado, con la Inteligencia Artificial (IA) son los logaritmos los que pueden atraparnos, si nos dejamos: “ahora en el inicio de este nuevo viaje va a haber entre un 50 o un 60 por ciento de la población que va a caer en una pérdida de algunos tipos de conocimientos hasta que nos demos cuenta, regulemos y corrijamos esto”, explica a COPE el experto en estrategia digital en Gartner y profesor de OBS Business School Martín Piqueras.

Con los móviles sacrificamos memoria a cambio de conectividad

Antes de que se generalizara el uso del móvil funcionábamos con teléfonos fijos y nos sabíamos los números que más utilizábamos, los de nuestros familiares y amigos. Ahora ya no es necesario y de la agenda manual hemos pasado a la digital.

¿Qué prefiero recordar unos pocos números de teléfono o tener 500 a mi alcance? Es verdad que ya no utilizo mi memoria para recordar esos contactos y que esto puede limitarme si no tengo acceso a la tecnología, pero el hecho de tener acceso a tanta gente de manera tan rápida y práctica y esto me amplifica cognitivamente. El hecho de no memorizar esos datos me permite usar esas neuronas para otras cosas”, señala Piqueras.

Es lo que sucede, según explica, con las personas ciegas que oyen más porque emplean las neuronas que no destinan a la visión a procesar el sonido.

Con el GPS si hemos perdido, sobre todo, orientación

El problema viene justamente cuando dejas de usar tu inteligencia y lo fías todo a la tecnología. Es lo que, en cierta medida, nos ocurre con los navegadores con GPS que vamos a ciegas y dejamos de ubicar a donde vamos con lo que afecta a nuestro sentido de la orientación. Muchas veces incluso seguimos las instrucciones de las máquinas, a pesar de que un cartel indique otra dirección y hay quien intenta seguir la ruta que le marca el navegador hasta en una calle cortada.

Si empezamos a dejar de lado el sentido común a corto plazo puede no pasar nada, pero a largo plazo de repente tenemos personas sin espíritu crítico que hacen lo que les dice el algoritmo, ven la película que les dice, compra la comida que le recomienda Glovo o escucha la música que les prescribe Spotify y se dejan llevar todo sin saber muy bien por qué”, subraya el experto en estrategia digital.

Y la IA, un nuevo filón no exento de riesgos

Cuando en lugar de dejarnos llevar, conocemos cómo funciona la tecnología y para qué puede sernos útil y para qué no, podemos sacarle más y mejor partido. Lo sabe bien Paola que la utiliza para investigar, aprender y hacer trabajos académicos: “en cuanto algo me interesa consulto en mi teléfono y en segundos tengo la respuesta. Me ayuda a saber más de cultura general y cosas que en el colegio y en el instituto no te enseñan. Es verdad que con los vídeos de Tik Tok puedes perder mucho tiempo también, pero en redes también hay cosas interesantes y que me aportan mucho en mi día a día”.

A juicio Nacho, de 16 años, con la Inteligencia Artificial nuestro cerebro trabajará menos: “aprenderemos menos porque estudiaremos menos y todo será más digitalizado. No retenemos la información porque no lo necesitamos porque lo podemos buscar en Internet y con Chat GTP nos esforzamos menos porque es bastante más fácil producir contenidos que cuando tienes que procesarlos tú”.

Habrá dos velocidades en el uso de la IA, señala, por su parte, José, de 17 años: la de quienes se fiarán completamente de la máquina dependerán de ella y no tendrán ni idea de nada y quienes sepan utilizarla para aprender más y emplear mejor su tiempo.

Y Margarita, de 65 años, considera que, con la IA, “dejaremos de pensar, lo veo difícil y aunque admito que la tecnología nos ha facilitado muchas cosas, a mí la IA no me inspira confianza porque pienso que nos puede quitar incluso la capacidad de pensar”.

Para Piqueras, que asesora a empresas en el mejor uso de la tecnología, si el riesgo con Internet es el enganche con las gratificaciones creadas para mantenernos el máximo tiempo conectados, con la Inteligencia Artificial el salto es aún mayor porque lo que entra en juego es el sesgo optimista de las personas, un sesgo cognitivo que nos lleva a crear cualquier cosa positiva que nos digan de nosotros sin cuestionarla.

Cuando los algoritmos nos dicen “lo mejor para tí”, nuestra tendencia es a creerlo. Cómo no voy a hacer algo que es bueno para mí pensamos. Y esto, llevado a la práctica, nos conduce a aceptar lo que los algoritmos nos proponen consumir, comprar o incluso la canción más adecuada para calmar a nuestro bebé y, si no aplicamos el sentido crítico, ahí es donde tenemos un problema”, subraya este experto en estrategia digital.

Para no dejarnos avasallar por este poder digital, afirma, “debemos de tener en cuenta que la IA solo nos gana en el terreno de lo cognitivo, en la capacidad de procesar información, y que puede potenciarnos en tareas repetitivas o mecánicas en las que esta tecnología es muy buena. En todas las demás inteligencias, el razonamiento, sentido común, emociones, o la inteligencia de grupo ganamos nosotros y si para estas parcelas usamos la IA es donde nos volvemos un poco tontos”.

Y todo porque como señala Piqueras, la IA “es un loro muy bueno, un lorito muy bueno y todos sabemos cuando un loro repite lo que dicen los humanos imitándolo perfectamente, no tiene las emociones. Un loro puede repetir una canción de un himno nacional sin sentir patriotismo, esto es lo que hace la IA”.

De lo que carece la IA es de contexto y, especialmente, de criterio. Si le pides por ejemplo que te redacte una noticia de portada sobre la tristeza que genera la caída de una hoja de un árbol lo va a hacer, aunque sea un absurdo: “la IA no siente el entorno, no sabe lo que está pasando, no sabe si la caída de esa hoja es triste o no ni si merece o no abrir un informativo”.

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