«La Palabra de Dios y el corazón de san Lesmes»

Mensaje semanal de Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, para el domingo, 26 de enero de 2025, Domingo de la Palabra de Dios

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Mensaje del arzobispo de Burgos para el domingo, 26 de enero de 2025

Raúl González

Burgos - Publicado el

3 min lectura

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, cuando celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, recordamos a san Lesmes Abad, santo patrón de la ciudad de Burgos.

Natural de la ciudad francesa de Loudun, el abad benedictino llegó a Burgos en el siglo XI. Su encargo principal era llevar las riendas del monasterio de San Juan Evangelista, de la Orden de San Benito, así como de su hospital, que estaba destinado a atender a los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago. Merced a su encomiable labor espiritual y caritativa, siendo siempre un mediador entre el Cielo y la Tierra, entre Dios y los peregrinos que atendía, se convirtió en una persona muy querida por todos los que acudían a su encuentro.

Este monje nos recuerda la importancia de la hospitalidad para acoger, siempre y sin descanso, a todos los que llaman a nuestra puerta: no sólo a los que están cerca de nuestra propia casa sino, también, a aquellos que se ven obligados –por la miseria, el hambre o la guerra– a desplazarse de su lugar de origen en busca de una vida mejor y más digna.

La vida de este monje nos recuerda la importancia de ser refugio, compañía, fidelidad, lugar seguro y hogar para todos, sin excepción. Como lo es Dios y como lo refleja su Palabra.

Este VI Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el papa Francisco, nace para difundir el conocimiento de la Sagrada Escritura hasta el confín del mundo, de manera que cada página del Evangelio cale en nuestro corazón y lo conduzca hacia la vida eterna (cf. Sal 19).

Con el lema Espero en tu Palabra (Sal 119, 74), el Papa pone los ojos en un himno de esperanza que clama, en medio de la angustia, el miedo y la tribulación, a la misericordia de Dios. Si Cristo es nuestra esperanza (cf. 1 Tim 1, 1), como promulgaba una y otra vez la vida y obra de san Pablo, en ella hemos de morar sin despegar los ojos del Padre. Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el Autor de la Promesa. Y Dios, al contrario que nosotros, no se contradice nunca (cf. Heb 10, 23).

Dice la Palabra que «quien se frota los ojos saca lágrimas y quien hurga el corazón hace brotar sentimientos» (Sir 22, 19). Así, en ese abrazo perpetuo que no conoce la infidelidad ni la injusticia, germina la confianza de saberse querido, protegido y cuidado.

Me viene a la mente la figura del centurión romano, quien le suplicó al Señor que curase a su criado gravemente enfermo, mientras le decía que –aunque su casa no estaba a la altura de su dignidad– solamente bastaba una palabra de Jesús para sanarle (cf. Mt 8, 8). Únicamente necesitaba una palabra del Señor, solamente una de Aquel que hace nuevas todas las cosas, para que su criado no perdiese la vida.

Esto nos enseña que abandonarnos a la voz delicada del Verbo, la Palabra, como también lo hizo nuestro santo patrón, san Lesmes, es el camino más perfecto del amor.

Y si a veces nos cuesta el abandono y nos sentimos «débiles, pobres, incapaces delante de las dificultades y del mal del mundo», la potencia de Dios «actúa siempre y obra maravillas justamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza (cf. 2 Cor 12, 9-10)», desveló el Papa Benedicto XVI, durante una catequesis semanal, pronunciada en enero de 2013.

Hoy, con la materna intercesión de la Madre del Verbo y con el recuerdo siempre presente de san Lesmes Abad, le pedimos al Señor que haga arder nuestro corazón, hasta que la Palabra se haga carne de nuestra carne y habite para siempre entre nosotros (cf. Jn 1, 14).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

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