La vaca blanca cacereña: Una bohemia de Extremadura en peligro de extinción
Quedan apenas 900 ejemplares en el mundo
Mérida - Publicado el - Actualizado
3 min lectura
La vaca blanca cacereña es una de las razas bovinas más antiguas de la península ibérica. Su historia se remonta a tiempos romanos, cuando los terneros blancos inmaculados eran ofrecidos en rituales religiosos. Más adelante, en épocas medievales y modernas, esta raza se convirtió en un símbolo de estatus, solo accesible para los sectores más privilegiados de la sociedad.
Carlos Hernández, ganadero y defensor de esta especie, ha explicado que “es una raza 100% autóctona, con un pasado bohemio. Incluso llegó a ser un distintivo social”. Durante siglos, la vaca cacereña fue valorada por su versatilidad, utilizándose para trabajos de campo, leche y carne. Sin embargo, su relevancia empezó a decaer con la mecanización agrícola y la introducción de razas más productivas.
Una adaptación perfecta, pero con limitaciones
La vaca blanca cacereña es un ejemplo de adaptación al medio natural extremeño. Gracias a su resistencia, puede sobrevivir en condiciones adversas, aprovechando pastos groseros que otras razas no toleran. Según Hernández, “es una vaca muy adaptada al aprovechamiento de la dehesa. Tiene unas necesidades mínimas para mantenerse” .
Sin embargo, esta adaptabilidad tiene un coste. La cacereña no destaca por su rendimiento cárnico en comparación con razas selectas. Su carne es de calidad excepcional, con una infiltración que la hace única, pero su producción es limitada. “Es una raza eumétrica, con muchos pliegues y papada, lo que reduce los rendimientos cárnicos”, detalla Hernández.
Hoy en día, la vaca blanca cacereña está catalogada como la raza bovina en mayor peligro de extinción en España. Apenas quedan 900 ejemplares, distribuidos entre 28 ganaderías, todas ellas en Extremadura, salvo una en Ávila. Esta última mantiene su actividad gracias a acuerdos temporales con la región, relacionados con la trashumancia.
La reducción del número de ejemplares ha traído consigo un grave problema de consanguinidad. “Todo lo que hay hoy en día proviene de un núcleo inicial de 70 animales. Reducir la consanguinidad es nuestro mayor desafío, pero no tenemos suficientes ejemplares para hacer una selección genética adecuada” ha explicado el ganadero.
Esfuerzos por la conservación
La Asociación de Ganaderos de la Blanca Cacereña y el Censira (Centro de Selección y Reproducción Animal de Extremadura) trabajan en diversos frentes para preservar la raza. Entre sus actividades destacan los programas de cría, la recopilación de material genético como semen y embriones, y la organización de eventos para dar visibilidad a esta especie.
Además, los ganaderos luchan por conseguir apoyo institucional. Hernández insiste en que “necesitamos un apoyo directo para suplir los déficits de rendimiento de esta raza, porque no podemos competir con otras en el mercado”.
Un ejemplo de este esfuerzo es el proyecto de un cebadero comunitario, que permitiría garantizar un suministro estable de carne de vaca blanca cacereña para su comercialización. Sin embargo, la falta de ejemplares sigue siendo una barrera.
La vaca blanca cacereña es más que una raza bovina; es un símbolo de la historia, la cultura y la biodiversidad de Extremadura. A pesar de los enormes retos, ganaderos como Carlos mantienen viva la esperanza de que esta raza pueda resurgir. “La lucha no es solo por la raza, sino por conservar parte de nuestra identidad y nuestra historia”, concluye Hernández.
Preservar esta especie requiere un esfuerzo conjunto de ganaderos, instituciones y consumidores, por eso desde la asociación piden ayuda institucional. La vaca blanca cacereña no solo debe ser vista como un patrimonio ganadero, sino como un legado que Extremadura tiene la responsabilidad de proteger.