Cómo es tener un hijo a los siete meses de embarazo: la historia de Tanya
Esta coruñesa vivió dos meses al lado de una incubadora donde estaba Nico, que nació con solo 1 kilo de peso
Coruña - Publicado el - Actualizado
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Este miércoles, 17 de noviembre, se celebra el Día del Niño Prematuro. Una efeméride que toca muy de cerca a Tanya, una vecina de la zona de A Coruña. Su hijo, Nico, fue uno de los que se adelantó, y mucho, al momento de nacimiento.
Cuando le faltaba una semana para los cinco meses de gestación notó dolores en la barriga y supo que algo iba mal. En el Hospital Quirón de A Coruña le pusieron monitores y vino la noticia más inesperada: estaba de parto.
Los médicos consiguieron frenar el alumbramiento, y a partir de ahí llegó el primero de muchos meses de vida hospitalaria. Tanya tuvo que estar en una camilla, en reposo total, mientras le administraban potenciadores para que el bebé se formase. Pero hubo un momento crítico, cuando ella entró en preclampsia. La salud de ella estaba en riesgo, y si no daba a luz podían morir los dos.
LA VIDA AL LADO DE UNA INCUBADORA
A los siete meses de gestación y con un kilo de peso nació Nico, un bebé diminuto, frágil y con muchas ganas de luchar. Pero tenía que hacerlo desde la incubadora, rodeado de cables. En ese entorno esterilizado vivió, prácticamente, durante dos meses, Tanya.
Desde las nueve de la mañana a las diez de la noche, compartía piel y calor con Nico: “pedí permiso para estar todo el rato”. Lo tenía en brazos y “era el único momento que estaba tranquilo”. La experiencia, relata a COPE Coruña, fue “impresionante”, y algo “bueno para mí y para el niño”
APRENDIZAJES Y MOMENTOS DUROS
En esos momentos, Nico no podía ni mamar. El pecho de Tanya era mucho más grande que su cabecita, y le fueron enseñando a comer con un chupete y gotitas de la leche que se extraía previamente. Fueron momentos de aprendizaje y de incertidumbre. El pequeño era tan precoz que a veces se olvidaba de respirar.
Pasaron dos meses con momentos que Tanya relata como los más duros de su vida. Sobre todo, cuando Nico contrajo un catarro, un pequeño virus que hizo temer por su vida. Ella agradece enormemente el apoyo del personal del hospital, que la acompañaba y le daba ánimos.
DEL HOSPITAL A CASA
Una vez que el pequeño dobló su peso, mamá e hijo salieron del Quirón para seguir con ingreso domiciliario. La casa fue la incubadora y tenía que estar a una temperatura elevada, para que el niño no enfermase “parecía el Caribe”, ríe Tanya, que recuerda que “la factura fue de morirse pero mereció la pena”.
Después de tres meses, en cuanto pudo, fueron a una academia para iniciar la estimulación precoz. Querían prevenir problemas de aprendizaje por posibles daños neurológicos. En el caso de los niños prematuros son habituales, debido a los derrames que sufren los pequeños al nacer.
Las secuelas no se dieron, y el pequeño Pulgarcito, como lo llamaban en el hospital, fue completando hitos incluso antes de tiempo. Hoy en día, Nico es un niño de 10 años, cariñoso y de los que sacan buenas notas. Tanya sabe que tiene mucha suerte, porque en el caso de bebés prematuros es frecuente que haya secuelas.
UN MENSAJE DE ESPERANZA A LAS MAMÁS
Cuenta Tanya que pasado un tiempo por fin puede contar el relato sin llorar. Fueron momentos duros, en los que “estaba sola”. Ella dejó de trabajar durante el primer año. “Pensé: esto es lo más urgente y lo más importante que tengo en este momento”, asegura.
Una década después del nacimiento de Nico, quiere mandar un mensaje de ánimo a madres que han tenido a sus bebés antes de tiempo: “que lo vivan con mucha esperanza, con mucha fuerza, te das cuenta de que vale la pena todo”. Y recomienda “ que se apoyen en toda la gente que tengan alrededor porque es muy duro”.