52 balas, dos muertos, un muerto en vida y una lámpara siempre encendida
La viuda de Santiago del Canto recuerda cómo fue el atentado de ETA que casi le cuesta la vida y en el que murió su mejor amigo
Santander - Publicado el - Actualizado
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El 5 de marzo de 1978 la dos miembros de la banda terrorista ETA ametrallaban un jeep de la Policía Nacional en el barrio vitoriano de Zaramaga. El atentado causó la muerte de dos agentes: Miguel Ángel Raya y Joaquín Ramos. Dejó heridos de diversa consideración a los policías: José Vicente del Val, Armando Doval y Santiago del Canto. En el lugar del atentado se recogieron más de 50 casquillos de bala.
“Aquel día a Joaquín no le tocaba trabajar, pero cambió el turno para salir de patrulla con mi marido” recuerda Juana Vega viuda de Santiago del Canto quien murió por enfermedad años después del atentado.
Juana estaba aquella tarde en casa, viendo la televisión, cuando varios compañeros se acercaron a contarle lo sucedido. “Cuando llamaron a la puerta no sé por qué, pero no quería abrir” recuerda Juana.
Juana salió a la calle en camisón con su hija de apenas un año en brazos y se acercó al hospital. Allí la confusión era enorme y nadie sabía decirle dónde estaba su marido. Juana entró en un quirófano y encontró a Joaquín, el mejor amigo de su marido. “Lo vi morir. Me dijo: gitana ya no te veo más”. Fueron las últimas palabras de Joaquín antes de morir.
Los médicos consiguieron salvar la vida de Santiago que había recibido varios impactos de bala en piernas y cabeza. “Mejor que no lo hubieran salvado porque para cómo fue su vida después. Mi marido quedó muerto en vida”.
Sin embargo, la pesadilla no terminaría en ese momento, ya que varios días después del atentado, estando ingresado todavía en el hospital, otro miembro de ETA fue detenido en el momento en que iba a atentar contra los heridos.
“Salía yo de la habitación de mi marido y en ese momento intentaron entrar con una pistola para rematarlo” cuenta Juana horrorizada al recordarlo.
La vida del joven matrimonio, a penas tenían 25 años, ya no fue la misma. A las pocas semanas regresaron a su tierra natal, Jerez, y allí Santiago siguió trabajando. “El trabajo, su amor a la Policía es lo que le mantenía. Él no quiso nunca dejarlo y vivir de las ayudas. Trabajó hasta el último día que pudo” cuenta su viuda.