Cristina L. Schlichting: "Querido papá, muy muy muy Feliz Día del Padre"

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Querido papá, muy muy muy Feliz Día del Padre. Ya sabes que suelo saludar diciendo Buenos días España, pero casi todo lo que cuento en el programa lo he aprendido de ti, así que nuestros queridos oyentes entenderán bien que hoy, como excepción en este día de San José, nos dirijamos a vosotros, los del otro lado. Al fin y al cabo somos muchos los que hoy tenemos que celebrar el día con una vela encendida o una oración. Porque no contestáis ni para atrás, perdona.

Como te moriste el 28 de octubre, hace ya casi cinco meses, tengo que ponerte un poco al tanto. Mamá está bien, triunfando en la radio ¿te acuerdas que la llamaste “fortísima compañera”? Hoy hace un cielo español, velazqueño, de esos que me enseñaste en los cuadros del Museo del Prado. Las cosas siguen más o menos igual. Hay sequía, pertinaz sequía, sobre todo en Cataluña y hasta restricciones de agua. Mañana empieza la primavera y este año te has librado de la astenia, que algo bueno tiene que tener morirse, perdóname el chiste. Cómo nos hemos reído papá. Reírse es la forma española de sufrir, tan inteligente. La forma de Cervantes.

¿Te acuerdas cuando me dijiste en el lecho de muerte que era interesante asistir a la propia muerte? ¿Que era como dar un salto de circo? Tú estabas tumbado, que es como suelen estar los moribundos, todos alrededor y yo a los pies de la cama, y te entendí perfectamente. Expresabas el vértigo de abandonar este mundo y tender una mano en el vacío, esperando otra mano al otro lado.

Yo te dije entonces que no tardaría en llegar, porque apenas nos llevamos 24 años, y tú protestaste un poco. “No entiendo -dijiste- porque tenemos que irnos así, uno tras otro”. Efectivamente, no hay quien lo entienda papá. Te sigo pidiendo que le preguntes a Santa Teresa, a ver si nos explica el método. Te moriste como un valiente, papá, con un par de cojones, perdóname hoy. Ya sé que soy una mujer y no tengo que decir estas palabrotas. Te moriste con tanto valor y tanta rabia como cuando os quedasteis sin dinero mamá y tú, siendo yo recién nacida, y te echaste a la calle a vender seguros a puerta fría. Con dos narices, con rabia, como los tercios. Apenas habías acabado la carrera, estudiando de noche y con becas de Franco, aunque el abuelo había sido de Azaña. Después vinieron el despacho y el carrerón y no pudo ser de otro modo porque venías de abajo del todo y tenías la fuerza de los españoles valientes.

Te echo tanto de menos.

Ya, ya sé que no me debo quejar, que tengo que tirar. Fue tan duro el puñetero cáncer, que al principio, cuando te moriste aquella tarde, fue casi un alivio que dejases de sufrir. Luego fueron tan grandes el cariño y la admiración en tu capilla ardiente que la ola nos sostuvo a todos en vilo. Había muchísimo que agradecer por tu vida.

Pero es que, cinco meses después, papá, es que te echo muchísimo más de menos. Has dejado un hueco que se amplía porque nadie se emociona como tú con los paisajes del Valle Amblés. Ni relee el Quijote con tanto entusiasmo. Ni escucha el programa con tanta admiración. Gracias por tu admiración, papá, absurda e inmerecida, yo lo sé porque tú me has enseñado a leer y escuchar a los grandes, pero que me ha levantado en volandas y me ha sostenido fuertemente, como solo un padre puede sostener.

Las cosas no han cambiado mucho, papá. España sigue siendo maravillosa y los españoles siguen peleándose, como si el oponente político fuese lo peor del mundo, la debacle, el caos final. Nos cuesta mucho encontrar algo bueno en el contrario y claro, así es difícil hallar un punto medio. Hay moción de censura el martes y crisis económica por la inflación y sigue la guerra de Ucrania. Así que todo va como solía y lo que más te estás perdiendo son los piornos florecidos en amarillo en Gredos, los ojos azules de tu mujer y la Virgen de las Fuentes.

Bueno, que tontería estoy diciendo, la Virgen debe estar allí, con Teresa y Juan de la Cruz y Cervantes y Miguel Hernández. Todo lo eterno debe de estar vivo.

No entiendo mucho papá. La parte buena es que ahora me apetece más dar el salto de circo, porque tú estás allí. Marci Ortega te pone velas junto a la foto. Es nuestra forma de tender una mano que quiere ser salto. Sigue habiendo cosas bellas, buenas y verdaderas. Nítidamente verdaderas. Clarísimas. ESA es la esperanza. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Papá".

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