Andrés Trapiello: “Lo digo ahora: mis compañeros debieron apoyarme cuando me criticaron desde el PSOE”
El escritor pasa por Fin de Semana con Cristina para contar sus rutinas en el Rastro, recordar experiencias vitales y, además, mandar un mensaje a Pepu Hernández
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Se puede conocer Madrid y se puede CONOCER Madrid, en mayúsculas. Y luego está lo que sabe Andrés Trapiello, que es poco menos que una auténtica enciclopedia humana sobre la capital de España.
El famoso autor ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha hablado, entre otras cosas, sobre ‘Salón de pasos perdidos’, un conjunto de los diarios literarios del escritor, del que tenemos el número 23 y esperamos que el 24 llegue para la Feria del Libro: “Son unos diarios raros porque se escriben como diarios, se publican como novelas y fantaseo en ellos todo lo que quiero, así que no engaño a nadie. Vivir en esa cuasi fantasía implica no renunciar a la realidad pero tampoco renuncias al sueño, es un maridaje raro e inestable y, a veces, con consecuencias penosas, porque cuando más necesitas tener la realidad en la realidad, ésta te pilla con la cabeza en babia y te pierdes muchas cosas reales que son más valiosas que las fantasías”.
Trapiello ha venido al programa el mismo día que, religiosamente, va al Rastro, y de paso deja la puya política: “Yo iba a las 6 pero luego Tierno, que no trató bien al Rastro y fue un alcalde penoso para él… los alcaldes de Madrid no quieren al Rastro, no lo entienden, y es la última almendra que ha quedado aislada del nuevo urbanismo y es un suelo barato, construido con casa malejas y de una manera del S. XIX y tienen ideas de meter los bulldozer y arrasar con todo porque está al lado de Sol, una zona muy comercial”. “Me gusta madrugar en el Rastro porque Madrid está muy bonito, la gente descansa, ver amanecer en verano y escuchar campanas es una maravilla”, cuenta Andrés.
Trapiello, además, siente auténtica veneración por ‘El Quijote’, la obra maestra de la cultura española, de la que asegura que “más que una lección es un destino. Todos sabemos quién es y qué representa, aunque no se haya leído. Lo de no leerlo es nuestra culpa porque hemos obligado a leerlo y no es fácil de hacerlo, es un castellano antiguo y muchos no han hecho el esfuerzo de entenderlo, por eso yo tomé la decisión de traducirlo al castellano actual”.
El autor también explica que “es una figura enormemente simpática para todo el mundo, nadie querría ser él, probablemente tampoco Sancho, y sin embargo todos querrían ser amigos suyos, y eso es así porque entendemos que Don Quijote va a defender siempre causas nobles y no va a estar con el poderoso en contra del humilde, y Sancho aporta una cordura necesaria para poder hacer posibles las aventuras”.
Trapiello recuerda también que hace mucho tiempo estuvo a punto de tomar los hábitos en un convento de Burgos, pero eso duró poco, tres meses: “He tenido una suerte enorme, me han echado de todos los sitios en los que no debía estar, desde ese noviciado hasta del Partido Comunista, de la universidad, de mi primer trabajo en Madrid, de la televisión donde trabajé, de algún periódico recientemente… la decisión de ser escritor viene de muy joven, desde niño, un día me presenté a un concurso navideño de cuentos que, por supuesto, no gané, pero desde ahí, y nunca he sido una persona especialmente dotada para la literatura, siempre he visto que otros estaban más facultados que yo y lo entendían mejor, y eso tampoco me ha herido ni menoscabado mi vocación. A pesar de esas dificultades, porque escribir es difícil, lo he logrado gracias a mi mujer”.
Andrés Trapiello es, además, calificado de “incómodo” por muchos, como cuando desde el PSOE madrileño le dijeron que era “revisionista”, pero él lo lleva estupendamente: “No me importó demasiado, el PSOE actuó de forma malvada e ingenua, además de ignorante, porque quien lo hizo fue un pobre hombre llamado Pepu Hernández, que no sabía nada de lo que significaba. Quizás, y solo para molestar lo voy a decir, lo único que echo yo en falta a posteriori es que me hubieran secundado mis propios colegas como han secundado a otros, y eso no pasó. Lo hago para subrayarles que ese ahínco que tuvieron con otros lo podían haber tenido conmigo, porque además sabían que eso era injusto”.
Para terminar, desvela el principal tesoro que ha encontrado en el Rastro: “La humanidad entera reducida y concentrada, inagotable, eterna, generosa, ocurrente, divertida, trágica… y cosas pequeñas muchas. Tengo una placa pequeña de la calle del Cordero, del S. XIX, cuando se pusieron, que la tiraron a la basura y yo la rescaté. La calle existe y ahora tiene una placa horrible”, termina.