'Crónicas perplejas': "Una buena palabrota, bien dicha, colocada en su sitio, no deja pasar ni un argumento peregrino"
Habla Antonio Agredano de palabrotas
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Soy muy mal hablado. Hasta mis hijos me riñen cuando digo palabrotas. Pronuncio los tacos con rotundidad, con la boca llena, sacando el aire del diafragma, apoyando la lengua sobre las paletas como una catapulta. Quiero que suenen bien, con estruendo, como una obra en el piso de arriba un domingo por la mañana.
Las palabrotas me gustan desde niño. No por rebeldía, sino por la capacidad que tienen para aligerar las conversaciones, para cerrar algunos debates estériles. Una buena palabrota, bien dicha, colocada en su sitio, no deja pasar ni un argumento peregrino. Las palabrotas son como Makelele en aquel Real Madrid de principios de siglo. Un destructor de regates y adornos varios.
Yo desconfío de la gente que dice basta cuando le están sirviendo el vino, desconfío de la gente que no ha subido de talla en veinte años y desconfío de las personas que dicen córcholis, jopeta y mecachis. Algo esconden. Algo reprimen. Algo les hierve por dentro.
Las palabras son extensiones de nuestros humores y de nuestros excesos. Las palabras son como la vida: espontáneas, inapropiadas y absurdas. Tanta contención, tanta afectación, no debe ser buena. En público, pues es entendible, pero en privado, en la barra de un bar, con la familia, ahí hay que abrir la presa y desaguar.
Mi palabrota preferida es muy cordobesa. Y no la voy a decir, aquí en la radio, porque está feo… pero la podrán adivinar, porque es una palabra que le gustaría hasta al propio Quijote. Y podría usarse de estrambote. Y a lo mejor hasta la murmuró Manolete mientras sujetaba su capote. Prueben a decirla mientras mueven el bigote. Y yo la digo mucho, como la decía mi abuela, para mostrar alegría, perplejidad o cansancio. Porque hasta las palabrotas son emoción, raíz y memoria.
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