'Crónicas perplejas': “Hay que vivir la vida con entusiasmo infantil”
Habla Antonio Agredano de aquellos juegos peligrosos de nuestra infancia, de nuestra niñez
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Nunca bailé un trompo. Nunca gané a las canicas. Mi madre no me dejaba jugar a la lima. “Te vas a saltar un ojo”, me decía. En 'Policía y ladrón' siempre me elegían el último. En los partidos en la plazoleta, esos con sudaderas usadas como postes, me ponían de portero. De 1980 a 1990 fui el niño más lacio de España.
Aún así, nunca dejé de jugar. Nunca dejé de bajarme a la calle, de buscar a los amigos, de pedir un ratito más a mis padres a gritos desde debajo de la ventana. Nunca dejé de intentarlo. De correr, de reír, de divertirme. No era el más rápido, no era el más habilidoso, no era el más valiente. Pero yo era lo único que yo tenía. Y así sigo. Asumiendo mis aristas, mis idas y venidas, lo bueno y lo malo, mi fuerza y mi debilidad.
La vida adulta no se diferencia tanto de la de aquellos niños. Los hay mejores y los hay peores. Los hay amables y antipáticos. A veces perdemos, a veces ganamos, casi siempre empatamos. Pero nunca hemos dejado de intentarlo. De seguir. De jugar en esta rutina, en esta feroz cotidianidad.
Tengo 44 años y pienso que, a estas alturas, esta es mi única certeza: hay que vivir la vida con aquel entusiasmo infantil. Con aquella ingenuidad. Acordaos que no nos cansábamos. Entrábamos a un bar, pedíamos un vaso de agua, y volvíamos a la calle a entregarnos al barro, a la pelota y las bicicletas.
Quiero ser aquel niño. Perder y pedir una revancha. Caerme y levantarme. Echarme mercromina en las rodillas, contener las lágrimas y volver a la calle.