‘Crónicas perplejas’: “Ser feliz es, a menudo, un espectáculo íntimo”

Habla Antonio Agredano de la risa

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‘Crónicas perplejas’: “Ser feliz es, a menudo, un espectáculo íntimo”

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Así nos lo cuenta Agredano:

La risa está sobrevalorada. Dejen que me explique. No digo que sea innecesaria, no digo que sea desaconsejable, sólo defiendo que hay otras respuestas biológicas igualmente plácidas, pero con menos cartel. El rubor, por ejemplo. El rubor evita que se digan más tonterías de las que se dicen. O el miedo, que está muy bien para cuando uno quiere tomar decisiones demasiado intrépidas.

La risa, además, es confundida a veces con la alegría. Y no son exactamente lo mismo. En mi vida he conocido a personas muy dichosas, pero con rostro serio. Con ríos de júbilo por dentro y por fuera un carácter pausado y taciturno. Ser feliz es, a menudo, un espectáculo íntimo. Una película maravillosa que se proyecta piel adentro. La risa es otra cosa. Una explosión. Un alivio fugaz. La risa es perfectamente compatible con la tristeza.

Las risas exageradas, lo reconozco, me inquietan. En los restaurantes pasa a menudo, que hay comensales cercanos que estallan en carcajadas, centrando la atención del resto de las mesas. “¿Qué les hará tanta gracia?”, pensamos, mientras apuramos el vino. Y quien sabe.. Por lo que leo, también es una forma de socializarse. Reír solo es un fenómeno extraño. Cuanta más gente haya en la sala, más rápidamente brota la carcajada. En definitiva: Que en la risa hay algo de impostura. Más escaparate que trastienda.

Pasa con este tema además que, en estos tiempos, hay personas que nos están explicando de qué nos tenemos que reír. El humor, por lo visto, ya no es de cada cual. Ahora hay humores buenos y humores malos. Humores de abajo arriba y humores de arriba abajo. Ahora, por lo visto, tenemos que sentir culpa por algunas de nuestras carcajadas. Todo es político. Todo está pautado. Ni siquiera una ruidosa risotada está libre de ciertos análisis mojigatos. Qué pesadez.

“Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos”, dijo Erasmo. Y pienso hacerle caso al sabio. Empezando por reírme de mí mismo. Nadie está a salvo del humor, nadie es ajeno a las carcajadas, por mucha estima que nos tengamos. Todos somos parte de esta broma colosal y desternillante a la que llamamos vida.

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