El comentario de Ana Medina: "Esta realidad, que puede sernos invisible como sociedad, no lo es para la Iglesia"
Conocemos la labor que realizan las Misioneras Cruzadas junto a niños en riesgo de exclusión social en el barrio de La Palma-Palmilla, en Málaga.
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La vuelta al cole nos devuelve a la normalidad después del verano. Sin embargo, también pone de manifiesto la dificultad que muchas familias tienen de asegurar una educación para sus hijos.
Araceli es una chica de un barrio de las periferias. Este es su mensaje para esos niños y niñas a los que sus circunstancias vitales les hace difícil la vuelta a las aulas: «No estáis solos, todos enfrentamos diferentes desafíos y no siempre estamos de la mejor manera. Siempre hay que ver lo positivo de las cosas y aunque un día puedas pasarlo mal, hay otro día que lo puedas pasar mucho mejor. Si estás sufriendo algún tipo de problema fuerte, habla con tus profesores, amigos y cuenta tus preocupaciones, porque parece que no, pero sois importantes».
Araceli ha sido alumna de uno de los colegios con mayor número de estudiantes en exclusión social de Andalucía: el colegio de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia en el barrio de La Palma-Palmilla, en Málaga.
Y esta realidad, que puede sernos invisible como sociedad, no lo es para la Iglesia. Las Misioneras Cruzadas llevan cien años trabajando con realidades parecidas. Araceli Guardeño es consejera de Evangelización y coordina junto a un equipo los actos del centenario de esta congregación, fundada por santa Nazaria Ignacia March, a quien define como «una mujer apasionada por Jesús y por su reino, que desde la experiencia de Dios Amor para Todos, descubre una realidad llena de injusticia social y de falta de dignidad en el hombre y la mujer de su tiempo. Para ello, quiere bajar a la calle, llegar al nivel del ser humano, acompañarle, desde una educación integral, para recuperar esta dignidad, que el proyecto de Dios sea para todos».
Cien años se cumplen de las primeras casas fundadas por ella en Bolivia, Argentina, Uruguay y España, con el sueño de extender una cruzada de amor que no descarte a nadie. La suya es una misión actual. Guardeño ha estado veinte años en Camerún y en el Congo, y que en muchos lugares aquí mismo, en España, sigue siendo un reto la justicia social y una educación en dignidad que llegue a todos.
«Hoy anunciamos el Reino desde la escucha de la realidad y desde ahí queremos acompañar las periferias, acompañar mujeres, jóvenes, familias, pobres, para elevar su dignidad y caminar con ellos, cuidar de la persona, cuidar de nuestra creación y llegar a construir esa justicia necesaria para que todos seamos amor y seamos uno en Dios», explica la coordinadora de los actos del Centenario de la congregación.
La alumna también llamada Araceli entró al colegio de las Misioneras con 7 años y ahora tiene 16, se ha graduado y va a empezar Bachillerato. Gracias a la educación que ha recibido, se atreve a soñar con el futuro:
«Mis sueños en general son viajar por el mundo, aprender nuevas habilidades, encontrar una carrera que me apasione y conocer mucha gente. Mi colegio me ha ayudado de muchas maneras. Me ha proporcionado un amor incondicional y me ha enseñado muchas capacidades importantes, como por ejemplo trabajar en equipo, resolver problemas y en el ámbito de la comunicación. Además me han tratado con mucho cariño y me he sentido muy acogida en este colegio».
El Papa Francisco insiste siempre en que no robemos la esperanza a los jóvenes, y es lo que impulsa a profesores como Carlos Fernández. Él es jefe de estudios y tutor de sexto de Primaria, y lleva 25 años en el colegio, por lo que conoce muy bien esta realidad.
«Dificultades en el barrio hay muchas, empezando por el absentismo, que es consecuencia de que muchas familias no se crean aún que la educación es la manera de romper el ciclo en el que algunos se ven envueltos. El nivel de agresividad verbal y no-verbal ha subido en los últimos años. La burocracia, la falta de personal, la ratio muy elevada, la no escolarización de los niños en infantil, son algunos de los problemas que tenemos que combatir», explica.
Son el rostro de lo que enfrentan a diario desde colegios como este, en barrios con un altísimo índice de exclusión. En este colegio del barrio de Palma Palmilla tienen 315 alumnos, y a cuarto de Secundaria suelen llegar unos 20 de los que se gradúan aproximadamente la mitad. La mayoría de ellos sigue su formación con un Grado Medio y sólo uno o dos, como Araceli, hacen Bachillerato. Sin embargo para el equipo docente, el éxito sigue estando en bajar a la calle, en estar a su lado y apostar por ellos, como explica Carlos.
«Primero con ilusión y luego apoyándonos en esas dificultades que nos encontramos. Tratamos de ir todos a una para poder conseguir algún fruto con nuestras niñas y niños. Muchas veces parece que no vemos esos frutos hasta que algunos se gradúan en cuarto de ESO. Sí conseguimos un cariño y unos abrazos que en otros ambientes no se dan».