La Foto de Fernando de Haro: "La felicidad programada, planificada. Y el mar lejano"

Foto de la cubierta de un crucero, de uno de esos enormes barcos que cruzan los mares como bloques de pisos flotando de modo milagroso. En la cubierta todo tiene colores pastel, colores suaves, los colores de un pretendido lujo en el que toda esta incluido. Es de color pastel, roja y amarilla, una sombrilla abierta bajo un cielo suavemente celeste. Una niña rubia se enrolla en una toalla blanca. Una señora muy tatuada con un bañador de cuerpo entero sale de una de las piscinas disponibles a bordo. Y un caballero disfrazado de turista intrépido, con un gorrito y un pantalón rojo, camiseta blanca y crocks a juego mira hacia proa. Y el mar lejano, muy lejano, como una séptima planta del sótano. Los tres protagonistas de la foto se han olvidado de que han pagado 3.000 euros por cabeza. La niña porque nunca lo ha sabido. Y la bañista y el intrépido turista porque quieren creerse que están viviendo en el mundo de todo incluido: el desayuno continental, el aperitivo, los better kas, el zinzano, las copas, el acceso al bingo, los masajes y la carta de almohadas. Todo incluido. Incluida la hospitalidad profesional de los limpiadores, de los camareros, la sonrisa de la chica que vigila la puerta del gimnasio, el uniforme blanco y la gorra del capitán. Todo incluido. El comedor abarrotado, el acudir en masa al programa de gimnasia matutina, el ocio aborregado, la felicidad programada, planificada. Y el mar lejano.