Abandono en el Resucitado
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Mons. Agustí Cortés En el esfuerzo que se ha realizado desde la Iglesia para hacer inteligible el Evangelio al hombre de hoy, la Resurrección se ha llegado a explicar como la continuidad de "una buena causa" más allá de la muerte del líder que la defendía. Algo así como lo que se quiere expresar cuando decimos: "él ha muerto, pero vive en nuestro recuerdo, y su recuerdo nos anima a seguir como él obró hasta el final?"
o sé si esta manera de explicar la Resurrección de Cristo ha llevado a alguien a la fe. Pero una cosa es cierta: que San Pablo, cuando habló de la Resurrección de Cristo delante de los sabios del Areópago de Atenas, provocó en sus oyentes el desprecio, quizá la burla, quizá también la compasión que se concede a un pobre ignorante. Todo fue bien mientras San Pablo buscó la sintonía con ellos, citando a sus poetas y hablando de la belleza del cosmos? El problema sobrevino cuando afirmó que Cristo estaba realmente vivo, porque el Padre le había resucitado de entre los muertos.
Vaciar la Resurrección de su elemento más "escandaloso" a los oídos de los sabios, es privarle de su verdad y su misterio y, por tanto, de su fuerza salvadora. O lo que es lo mismo, privarle de su fuerza transformadora y revolucionaria. Toda explicación fuera de su verdad y su misterio, deja las cosas como estaban; nada cambia, todo queda como antes. Muchos líderes admirables murieron por una buena causa y dejaron una especie de inercia en sus seguidores. Pero, como ya decían los Santos Padres en la antigüedad, la muerte de Cristo no fue como la de Sócrates?
El error ya estaba en entender el Evangelio únicamente como un proyecto, un compromiso moral que busca cambiar el mundo, un compromiso cuyo líder sería Jesús de Nazaret. Su Resurrección consistiría en la pervivencia de "los valores que él defendió" y nuestra tarea no sería otra sino seguir imitando su lucha. Lo peor es que, además, identifiquemos su lucha con la nuestra, con la que calculamos y proyectamos nosotros.
Grandes espíritus, luchadores sinceros y capaces a favor de causas humanas, se percataron de la imposibilidad de dominar el futuro. Edith Stein vivió circunstancias de crisis y sufrimiento extremo, que hacían inviable cualquier solución humana. Y aunque existiera una solución, ¿sería la que realmente se diera en el futuro? ¿Cómo recuperar la paz, cómo afrontar el mañana sin temor al fracaso? La fe en el Resucitado cambia las cosas. Así escribió:
"Para lo que venga, hoy una no se puede preparar. Así que llevamos tranquilamente nuestra vida, y dejamos el futuro a aquel que es el único conocedor de la respuesta" (El ethos de las profesiones femeninas).
Creer en el Resucitado es dejar en manos del Padre Dios nuestro futuro. Porque desde que Jesucristo fue resucitado, el futuro, cualquiera que sea, significará una victoria de la humanidad, una victoria nuestra, de nuestro ser personal más valioso. Ese futuro permanecerá oculto a nuestros ojos, pero será un futuro "cristiano", es decir, de Cristo vencedor y glorioso.
A María, la Madre de Jesús, le fue vaticinado un futuro "de sufrimiento" vinculado al destino de su Hijo como bandera discutida? Quizá no sospechaba cuál sería en concreto ese sufrimiento. Pero su abandono confiado a la voluntad de Dios fue superior a la tentación de derrotismo. Vivió la Resurrección por adelantado. Y nosotros que hemos recibido el testimonio del Resucitado, ¿aún dudamos?
? Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat