La Semana Santa vivida desde la fe y el corazón de creyentes

La Semana Santa vivida desde la fe y el corazón de creyentes

Agencia SIC

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Mons. Gerardo Melgar Un año más nos dispo­nemos a vivir, con toda nuestra fe, los miste­rios de la muerte y la resurrección de Cristo en esta Semana Santa de este año 2018.

a Semana Santa no puede ser para un cristiano solo ni una semana cultural, ni una semana al servicio del atractivo turístico, sino una se­mana de demostración y testimonio de nuestra fe.

Todo lo exterior que vivimos en esta semana debe ayudarnos a avan­zar en la vivencia de nuestra fe ver­dadera; a celebrar desde el corazón de creyentes los acontecimientos principales de nuestra vida cristiana, como son los de la muerte y resurrec­ción del Señor.

No podemos vivir dos tipos de Semana Santa: la de quienes la viven desde fuera y en la calle; y la de los que la viven en las celebraciones de la Iglesia. La celebración en la calle, en nuestras procesiones, tiene per­fecto sentido cuando son expresión de la fe que vivimos en las celebra­ciones litúrgicas de estos días, en las que conmemoramos la muerte y la resurrección de Cristo.

Las procesiones, cuando las redu­cimos a eventos de atractivo turístico y nada más, las estamos profanando, porque dejan de ser una manifesta­ción pública de la fe para convertirse en un atractivo turístico que se con­templa como un espectáculo en el que se puede participar con solo ser espectador, pero sin meterse en ella como protagonistas, ni participando de su profundo significado.

La Semana Santa la tenemos que vivir desde el corazón y nuestro es­píritu de creyentes, como la Iglesia propone, y con el espíritu que siem­pre tuvo la misma: participando en las celebraciones litúrgicas, acogién­donos al perdón de Dios por medio del sacramento de la penitencia y metiéndonos como personajes vivos en el drama de la pasión, cuyo prota­gonista es Cristo.

La Semana Santa es "la Semana grande de los cristianos". En ella conmemoramos los misterios de la muerte y la resurrección del Señor, misterios a través de los que el Señor nos ha rescatado del pecado, nos ha reconciliado con el Padre, ganando nuestra categoría de hijos de Dios. Como dice san Pedro en su Primera Carta: "Pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo" (1 Pe. 1, 18-19).

Porque esto es así, la Semana Santa debe ser para nosotros, los se­guidores de Cristo, una conti­nua acción de gracias a Él por su entrega por nosotros, sin mérito alguno por nuestra par­te, una continua adoración al Hijo de Dios redentor, que por nosotros y por nuestra salvación se entregó a la muerte en la cruz, y una verdade­ra conversión de nuestra vida ante tanto amor misericordioso, acercán­donos al perdón de Dios que se nos ofrece en el sacramento de la recon­ciliación.

En esta semana "grande" de los creyentes en Cristo debemos acom­pañar al Señor en la cena del Jueves Santo; estar a su lado en el momento de la pasión del Viernes Santo; y re­sucitar con Él a una vida nueva, en la que Dios sea realmente alguien importante para nosotros; plantear­nos nuestra vida desde su mensaje y ser para cuantos nos contemplen un verdadero testimonio de vida como seguidores suyos.

Si vivimos así la semana será real­mente santa. Si nos conformamos con vivirla solo exteriormente tendrá todo lo que queramos de atractivo turístico, pero muy poco de Semana Santa.

¡Feliz Semana Santa para todos!

+ Gerardo Melgar

Obispo de Ciudad Real