El Papa recibe el listado de 101 soldados del regimiento Azov prisioneros en cárceles rusas

Una delegación de madres y mujeres de soldados ucranianos presos en Rusia tras el asedio de Mariupol ha viajado a Roma para contar su historia al Papa y pedirle ayuda

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Camino de cumplirse 30 meses desde la invasión rusa a Ucrania, una delegación de madres y mujeres de soldados ucranianos presos en Rusia tras el asedio de Mariupol ha viajado a Roma para contar su historia al Papa Francisco y pedirle ayuda. Tras haber sido condenados en juicios contrarios a lo establecido en la Convención de Ginebra, ninguno de los que aparecen en el listado que han entregado al Papa, en su mayoría jóvenes de 30 años, tiene la posibilidad de entrar a formar parte de los intercambios de prisioneros. “El Papa es el único que puede ayudarnos”, aseguran.

Tetyana Vyshniak, Tamara Koryagina, Vialietta Shovkova, Alla Didenko han perdido la cuenta de las noches de insomnio a la espera de cualquier noticia que les permita saber las condiciones de salud en las que se encuentran sus hijos y maridos. Juntas trabajan para que nadie de olvide de ellos, y por eso han viajado a Roma. Están convencidas de que Francisco puede mover hilos más allá de los que ellas han conseguido. Quienes forman parte de ese listado con 101 nombres de soldados están condenados a una muerte en vida. En estos momentos los rusos no les consideran candidatos para ser intercambiados. Aquellos que consiguen regresar de las cárceles rusas presentan señales de torturas y desnutrición.

El hijo de Tetyana y el marido de Tamara

El sargento Artem acaba de cumplir 24 años. Desde hace tres, su madre Tetyana sólo sabe que está aislado en una celda en la ciudad de Makiivkra, cerca del Donetsk. Ha sido condenado a 22 años de prisión por defender Mariupol de los ataques rusos. Poco antes de que cayera la ciudad, su madre pudo hablar por teléfono con el y el sargento Artem le dio esta respuesta: “Nosotros combatiremos hasta el final y así los demás podrán comprobar hasta que punto amamos y defendemos nuestra patria”. Tetyana ha contado su historia al Papa y se emociona al hablar de su hijo, del que teme por su estado de salud, ya de por si frágil. Uno de los compañeros de cárcel, que ha regresado a Ucrania fruto de intercambio de prisioneros, tan sólo le ha podido contar que está aislado y nunca lo vieron porque le impiden salir de la celda. El último SMS que recibió fue el 17 de mayo de 2022. Tetyana asegura que está luchando no sólo por su hijo, sino por el resto de sus compañeros. Tanto ella como sus compañeras se reúnen cada domingo a las 15:00 para manifestarse en Kiev junto a las fotos de sus seres queridos. Cada vez se les une más gente, algo que les reconforta porque no se sienten solas.

Tamara Koryagina ha explicado en inglés al Papa, que su marido de 26 años ha sido condenado a cadena perpetua, y por lo tanto tampoco podrá entrar a formar parte del intercambio de prisioneros. Se encuentra detenido en la la temida prisión de Siberia en la que murió el opositor ruso Alexei Navalny. Allí los presos viven en duras condiciones con temperaturas próximas a los -40 °C en invierno. Al igual que el resto de mujeres que han estado hoy con el Papa, hace mucho tiempo que no tiene noticias de su marido, con quien contrajo matrimonio “online” mientras el defendía Azovstal, tal como ha permitido el gobierno ucraniano durante la guerra. Soñaban juntos con la celebración de su boda real al concluir la guerra. Supo que al ingresar en la cárcel, en la ceremonia de “recibimiento” que se les da a los presos, las torturas le originaron una conmoción cerebral junto a otras lesiones.

Las cuatro mujeres han entregado al Papa una escultura simbólica con dos manos atadas a la altura de las muñecas, que representa a los prisioneros de guerra, y que se encuentra en Kiev. Cuando la ha recibido el Papa ha permanecido en silencio, conmovido durante unos minutos. Le mostraron también las imágenes de la situación en la que se encuentran los soldados ucranianos que son liberados por intercambio, la mayoría demacrados, con huellas de maltrato y desnutridos. También le entregaron un libro que contiene un álbum fotográfico con la historia de cada uno de ellos.

El saldo de una guerra que no termina

El saldo de esta guerra que no termina ha dejado decenas de miles de civiles y soldados muertos y heridos. Otros tantos miles han sido hechos prisioneros. Las últimas estimaciones cifran en más de 20.000 el número de prisioneros militares en Rusia. Tan sólo una exigua minoría de más de 3.000 han podido regresar a su país fruto del canje de soldados entre los dos países.

A las cifras de soldados hay que añadir los civiles detenidos. El Centro Ucraniano para las Libertades Civiles, entidad fundada por la abogada ucraniana Oleksandra Matviichuk que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2022, considera que al menos 1.600 personas han sido detenidas en Ucrania y ahora se encuentran encarceladas en Rusia.

La mayor parte de las madres y mujeres que se han reunido hoy con el Papa llevan tiempo moviendo cielo y tierra para intentar que sus hijos y maridos formen parte de los listados de presos a intercambiar. Todos estuvieron combatiendo en la defensa de Mariupol y pertenecen al regimiento Azov, que recibió la orden de Kiev de rendirse a las fuerzas rusa atrincherados en la planta siderúrgica Azovstal.

El asedio de Mariupol

Estas 4 mujeres difícilmente pueden olvidar todo lo que ocurrió en aquellos terribles días de asedio, mientras sabían que sus maridos e hijos se encontraban en un infierno.

El asalto militar ruso entre febrero y mayo de 2022 dejó miles de civiles muertos y heridos. Cientos de miles quedaron atrapados sin servicios básicos. Los ataques destruyeron dos hospitales, el teatro de la ciudad que albergaba a civiles, un almacén de alimentos, un centro de distribución de ayuda, un supermercado y varios edificios residenciales que servían de refugio.

El regimiento ucraniano Azov atrincherado en la planta siderúrgica Azovstal de Mariupol recibió la orden de Kiev de rendirse a las fuerzas rusas, porque era la única manera de salvar las vidas de los defensores de Mariupol, asediados en la planta bajo constantes bombardeos sin acceso a suministros básicos. Inicialmente los combatientes capturados debían volver a casa mediante un intercambio de prisioneros, algo que como sabemos, no llegó a producirse.