Seguimos caminando en comunión

Un repaso de la primera sesión de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que concluye de forma oficial este sábado

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Seguimos caminando en comunión

Mario Alcudia

Publicado el - Actualizado

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Este sábado, con la votación y la publicación del resumen de las principales preocupaciones abordadas desde el pasado 4 de octubre, concluyen de forma oficial los trabajos de la primera sesión de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Durante estos 24 días hemos podido ser testigos de ese precioso mosaico que es la Iglesia, un ejercicio de la diversidad del Pueblo de Dios. Desde luego podemos afirmar que ha sido una hermosa y rica experiencia vivida en profunda comunión, sostenida por la oración.

Un bonito ejercicio de comunión en el que hemos visto sentados en la misma mesa a obispos, laicos, y miembros de la vida religiosa. Juntos, en la complementariedad de sus vocaciones, carismas y ministerios han escuchado intensamente la Palabra de Dios y la experiencia de los demás, compartiendo con humildad y sinceridad las riquezas y debilidades, las convergencias y diferencias personales y comunitarias, en contextos algunos complicados, incluso países en guerra, con profundas heridas, tratando así de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia hoy.

Día tras día se ha constatado la urgente llamada a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama el mundo

La síntesis de la primera sesión viene a aclarar los puntos de convergencia pero también evidencia las cuestiones abiertas y cómo continuar a partir de ahora el trabajo. Ya esta semana, en la carta Carta al Pueblo de Dios aprobada por la Asamblea Sinodal, se nos recordaba la importancia a partir de ahora de seguir escuchando; de forma muy particular a aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad, a las víctimas de la exclusión por diversos motivos, a los laicos, a las familias, a los sacerdotes y a la vida consagrada. Nos quedan 12 meses por delante hasta el inicio de la segunda sesión de esta Asamblea Sinodal que deben permitirnos participar concretamente en el dinamismo de la comunión misionera.

Como se recuerda en ese texto el mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Si como decía el cardenal Aguiar, ponemos ahora en práctica lo que en estos días en Roma se ha definido, conversado y vivido, podemos afirmar que hay un fructífero camino por delante. Se trata de aplicar esta primera parte de esta experiencia, de seguir dando pasos en cada Iglesia particular. Solo así, caminando juntos, podremos cosechar un aumento de la fe, de la esperanza y la caridad.

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