Madrid - Publicado el
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La fortaleza de los creyentes es ponerse en las manos de Dios. Hoy recordamos a uno de los Santos que goza de mayor popularidad en el calendario cristiano, porque fue duro en el combate: San Blas. Oriundo de Sebaste, en Armenia, su vida transcurre en el año III.
Hombre dedicado a la medicina, trató sobre todo males relacionados con la garganta. Pero esto no era lo único que realizaba, puesto que el gran espíritu de fervor y de caridad, le impulsaba a ayudar a cambiar de vida a quienes vivían inmersos en el pecado. Todo esto sirvió para que la Providencia suscitase la aclamación del pueblo cristiano como Obispo, al estilo de entonces.
El nuevo Prelado, al oír las atrocidades de Diocleciano en la persecución a los cristianos, oró y confortó a muchos, refugiándose en las montañas, hasta que él mismo fue descubierto por los perseguidores.
Conducido al Procurador, una innumerable multitud de cristianos y paganos, vitorean al Santo que les ha dado un ejemplo de Fe y valentía. Muchos son los milagros que había realizado. Casualmente un día una madre fue con su hijo totalmente apurada, porque el pequeño se había tragado una espina de pescado con el riesgo de morir.
El Santo pidió a Dios y el niño fue curado. Todo esto molesta a las autoridades que decretan la muerte del Obispo armenio. Al hacerle pasar por muchos suplicios cruentos antes de matarle, algunas mujeres recogen piadosamente restos de la sangre que ha derramado, motivo por el que son detenidas y decapitadas junto con Blas en el año 316. Es abogado de la garganta.