Santa Engracia, mártir por decir la Verdad

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Santa Engracia, mártir por decir la Verdad

Redacción Religión

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Todos los Santos a lo largo de su vida han entendido que su existencia está en manos de Dios y que no les tocará el tormento. Hoy celebramos a Santa Engracia, que vivió el apoyo de la Providencia en sus dificultades hasta el final. Su vida transcurre en el siglo III, en torno a los tiempos de Diocleciano que quiere unificar religiosamente todo el Imperio, después de lograr la unidad política, social y territorial.

Por eso, lucha para hacer desaparecer el cristianismo, decretando una de las más feroces persecuciones. Entre los lugartenientes que nombra se encuentra Daciano en Hispania. Y aquí es donde entrará en escena Engracia que viene a desposarse desde Las Galias hasta la Península. Al llegar a Cesaraugusta -Zaragoza-, se entera de las barbaridades del Prefecto y, sintiendo el impulso del Espíritu, se presenta ante él, recriminándole la crueldad con que trata a los seguidores de Cristo.

El Procurador se enfrenta a la doncella en un tenso debate, cuando ésta le asegura que el Dios de Jesucristo es el Único Verdadero, mientras los ídolos romanos son hechura de manos humanas y, por lo tanto, meras figuras de piedra. Esto recrudece la conducta de Daciano quien intenta prometer la felicidad a Engracia si accede a reconocer la religión imperial, renegando de la Fe que hasta ahora había profesado.

Sin embargo, la firmeza de la Santa y su corte, le endurece el corazón, hasta el punto de mandar azotarles, infringiéndoles multitud de tormentos -como mandar desollarles- hasta que entreguen sus almas al Cielo lavándolas en la Sangre del Cordero. Santa Engracia blanqueará sus mantos -en palabras de la Sagrada Escritura- en el año 303, una década antes de la promulgación del Edicto de Milán.

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