Madrid - Publicado el
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El martirio es uno de los dones de Dios que han recibido tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos. Precisamente en estos primeros días de febrero abundan los mártires que abarcan grandes momentos de la vida de la Iglesia. Los de hoy son Pablo Miki y compañeros que sufrieron el martirio en tierras japonesas de donde eran oriundos.
El jesuita español y Patrono de las misiones San Francisco Javier había dejado una gran huella por la zonas de Las Indias en tierras de Japón. De hecho siguieron acudiendo más religiosos de la Compañía de Jesús. la simiente del Evangelio que ya habían dado frutos con el Santo navarro, llevan a una cifra de 300.000 los católicos que conforman la comunidad cristiana japonesa.
Aquí surge el joven Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566 en el seno de una familia importante de Kyoto. En su interior tenía una gran esperanza: que pronto hubiese un Obispo allí para ordenarse sacerdote.
No corrían buenos momentos, ya que el Emperador, metido en su ambición por conquistar Corea, cambia su benevolencia frente a los cristianos, expulsando a muchos misioneros. Cuando vienen desde Filipinas algunos religiosos españoles en clave de apoyo a la tarea apostólica, son bien recibidos por las autoridades, hasta que inesperadamente, el propio jerarca, vuelve a su persecución contra los cristianos.
Los que no se vayan, serán detenidos- entre ellos Pablo Miki y varios franciscanos españoles-. Tras aplicarles las más crueles torturas morirán crucificados en Nagasaki a la vista de todo el pueblo. En la retina de las gentes permaneció su valentía ante el martirio, así como su perdón a quienes les ajusticiaron.